LA ARROGANCIA ILUSTRADA DE LOS ACADÉMICOS

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abril 28, 2013 por La Vieja Noche

Ya tú los conoces, a los académicos…  son elitistas y socialmente asépticos, sobre todo, contra los que no los acompañan a coro en sus largas peroratas monologales.

LA ARROGANCIA ILUSTRADA DE LOS ACADÉMICOS

Jose Augusto Acevedo

Three People Climbing a Pile of Gigantic Books Where a Group of Graduates Are Standing on Top.Un académico no es, necesariamente, un intelectual.  Casi siempre, se trata de un arrogante que idolatra su propio espejo de petulancias.  Casi siempre se trata de un ególatra que padece de una falsa percepción de superioridad intelectual y moral.  Casi siempre se trata de un engreído que abraza la izquierda por sexi y no por revolucionaria. Casi siempre se trata de un problemático que disfruta representar un papel trágico en el escenario social a través de un cansón discurso cargado de pesimismo teatral.

Por ahí los ven, pavoneándose, con el ceño fruncido como “marca de fábrica” de falsa intelectualidad. Y se muestran siempre muy ufanos, con el documento que los avala en un post grado;  porque, claro, lo único que les importa es ese reputadísimo grado doctoral que los acredita como genios privilegiados. Y por eso miran por encima del hombro “al resto”.  Ese “resto”, que no reduce a un papel dentro de un marquito de cinco pesos, el motivo último de sus vidas.

Ya tú los conoces, a los académicos…  son elitistas y socialmente asépticos, sobre todo, contra los que no los acompañan a coro en sus largas peroratas monologales.  Eso incluye a sus colegas. Porque, paradójicamente, a quienes más desprecian, con quienes más se ensañan éstos ilustres hijos ilegítimos de la genialidad, es precisamente con los integrantes de ese mismo colectivo. Hay que verlos chismear a sus propias espaldas, como maldicientes farfulleros de la ultracorrección.

No, claro que un académico NO ES, necesariamente, un intelectual.

Para serlo se requiere de una sólida cultura general, pero libre, diversa, informada y actualizada consistentemente. Para serlo, hay que lograr, precisamente, que las herramientas de la inteligencia se conviertan en un entramado de ideas propias, de propuestas originales y de hallazgos de la razón, de la intuición o de la imaginación, pero para influir en el entorno y en el medio. Sobre todo, con la serena humildad de quien sólo sabe que no sabe nada… con el discurso que sintonice en cualquier cuadrante intelectual.

Lamentablemente, el mundo académico se ha convertido en un espacio elitista para comemierdas ilustrados. Ha reclamado la cultura como propiedad de clase y así pretende secuestrarla. Sus miembros prefieren ser admirados, no tomados en cuenta como instrumentos vivos en el proceso de aprendizaje. Lo peor del asunto es que esa falta de generosidad cultural, ese derroche de arrogancia grosera, incide en una baja sensibilización de nuestras nuevas generaciones estudiantiles.

Más aún, al utilizar un irritante metalenguaje técnico no sólo no promueven el acercamiento del público no-académico a interesantísimas ramas del saber, sino que hacen del diálogo interdisciplinario una tarea tan difícil que resulta inútil. Practican el onanismo intelectual en un despliegue del academicismo más abyecto.

Ellos tienen su cuota de responsabilidad en el desmadre cultural que envilece a Puerto Rico. Hay que bajarlos de esa nube fashionista. Exigirles un compromiso de desprendimiento intelectual hasta proletarizar el conocimiento. So pena de sabotearles sus conferencias y talleres, o vaciarle los salones de clase, o dejarle los libros cogiendo polvo en los estantillos de las librerías.  Esa es la estrategia más académica.

Posdata: No todos los académicos son iguales. Algunos son peores. Sobre todo, los que se sientan aludidos. O los que no tengan sentido del humor negro.

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